Era ésta persona que tuvo una vida muy desordenada y llena
de pecados. Aparte de pecadores se le conocía por ser muy agresiva y poseer el
dinero suficiente como para alimentarse, beber licor en abundancia y convivir
con varias mujeres a la vez.
Los comentarios sobre su mal llevada vida, pasaban de boca
en boca, sin que nadie se atreviera a decirselo directamente. Asimismo, era
comentario general que este hombre había hecho un pacto con el Diablo, quien a
cambio de su alma y su cuerpo, le proporcionaba el dinero necesario para sus
vicios y diversiones con las mujeres.
Como todo se vivo, éste tuvo que morir. El día de su fallecimiento
la gente se incomodó mucho por saber si sus sospechas se confirmarían con su
muerte. Todos se preguntaban que seria de su cuerpo y si era verdad que el
Diablo se posesionaría de él.
Más que por curiosidad que por otra causa, varios
concurrieron al velatorio; otro tanto no lo hizo por temor a que se presentara
el Demonio en pleno acto a cobrar la deuda. Los asistentes estuvieron hasta
altas horas de la noche. Si que nada anormal sucediera. Poco a poco se fueron
retirando, hasta que al promediar las una de la madrugada solo se quedaban los
familiares más cercanos, los cuales no pasaban de siete. Estas personas, muy
fatigadas por las muchas horas que habían permanecido despiertas, en un momento
dado, se quedaron dormidas.
Al despertar, miraron con asombro que el lugar donde ante se
hallaba el cajón con el muerto, estaba vació.
¡El muerto y el cajón habían desaparecido! Asustadísimos
recorrieron la casa y los lugares aledaños, tratando de ubicarlo, pero no lo
hallaron ¿Dónde estaría? ¿Se lo habría llevado en realidad el Diablo, como
comentaba la gente? ¿Qué harían ahora cuando estaban a escasas horas del
sepelio, al mismo que habían invitado a muchas personas?.
Al no encontrar el cadáver, dieron por descontado que el
Diablo se lo había llevado. Inmediatamente se dirigieron a la funeraria en
busca de un nuevo ataúd, el cual reemplazaría al desaparecido. Los siete
acordaron no decir nada de lo acontecido.
Consiguieron el cajón, colocaron en su interior un grueso
tronco para que le de peso, y luego procedieron a cerrarlo herméticamente.
Cuando llegaron las personas para llevar el muerto al
cementerio, se sorprendieron de encontrar la caja mortuoria totalmente cerrada.
Entonces solicitaron les dejen ver el rostro del finado, pero tal petición les
fue negada, porque naturalmente, si abrían la ventanilla lo único que verían
seria un tronco seco, ya que el muerto se lo había llevado el Diablo.
Ante tal situación, volvieron a tomar fuerza los rumores ya
conocidos, a pesar de ello concurrieron al entierro.
Quienes cargaron el cajón, camino al cementerio, aseguraran
que el muerto estaba adentro, pues el cajón tenía peso.
¡Qué equivocados estaban los que tuvieron la oportunidad de
cargar el ataúd! En lugar de una persona habían enterrado un tronco, y el
muerto se hallaba en poder de el Diablo, quien de esta manera saldaba cuentas
con quien llevó una vida llena de diversión y pecados gracias al dinero que le
proporcionaba Satanás.
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