El Castigo - Leyenda de Chincha

Las personas con ambiciones desmedidas y que lo quieren tener todo para sí, perjudicando a los demás, siempre han existido y existirán. Una de ellas fue Don Pedro, un chacarero poseedor de varios terrenos.

Don Pedro resultaba ser, además de ambicioso, un tipo envidioso. Solamente él quería tener buenas cosechas. Hacía hasta lo imposible para que los otros no lo igualaran; por eso, cuando llegaba el agua de avenida se valía de sus influencias y de su dinero para privar del vital líquido a los demás regantes. Aunque no lo necesitase, tomaba el agua impidiendo que los demás regarán. Muchos perdían sus cosechas por la falta de un riego oportuno.

Los campesinos no encontraban la forma de acabar con esos abusos. Solo se decían entre ellos que Don Pedro sería castigado algún día por su arbitrario proceder. Parece que tenían razón al pensar en eso, porque llegó un día en que sucedió lo que a continuación se narra:

Ocurrió que una tarde un pequeño grupo de personas se dirigían al cementerio cargando en sus hombros el ataúd que contenía los restos de un humilde campesino, que como los demás, no pudo ser ajeno a los abusos del ambicioso Don Pedro. El cansancio se reflejaba en los rostros de quienes seguían el cortejo. El sol alumbraba con fuerza, arrancándoles amargas gotas de sudor.

Al llegar al lugar donde se hallaba un puente, por debajo del cual existía una gran acequia, quienes cargaban y acompañaban al difunto, sintieron que el cajón se movía y que de adentro salía un tétrico y desesperado grito que decía:

- Déjenme saliiiiir ... déjenme saliiiiir...

Los cargadores, pensando que era cosa maligna y del diablo lo que sucedía, soltaron el cajón, huyendo despavoridos. El ataúd, con tan tenebroso contenido, fue a caer en la acequia, por donde circulaba abundante agua. Todos corrieron, abandonando al difunto.

Mientras la gente huía, el cajón fue llevado por la caudalosa acequia. Los golpes del agua contra las laderas  y los objetos que encontraba a su paso, muchas veces troncos o gruesas raíces de árboles, fueron debilitando el armado del cajón hasta que éste se fue rompiendo en varias partes, saliendo de su interior el cuerpo inerte. Luego de ser movido y llevado a voluntad por la corriente, el muerto fue a detenerse en la toma de una pequeña acequia. Allí quedó atrapado, obstaculizando el paso del agua.

Al caer la noche, Don Pedro, que tenía el agua en su chacra, aunque no lo necesitaba, se percató que el nivel del agua había bajado considerablemente hasta no tener casi nada. Esto lo enfureció mucho.

- ¡Segurito que esos desgraciados han tapado el agua en la toma, pero ahora mismo me lo van a pagar! ¡Pobre de aquel que haya sido!.

Cogió su lampa y se encaminó a la toma. Iba furioso. En la negra noche casi se perdía su silueta. Conocedor del camino, avanzo presuroso a pesar de la oscuridad reinante.

Por fin llegó al lugar indicado, comprobando encolerizado, que el agua había sido tapada. ¡Y que bien tapada que estaba!, ya que se notaba un grueso, al parecer, muro de barro.

Profirió unas cuantas groserías contra quienes lo hicieron y dejando su lampa a un lado se metió en la acequia para retirar con la mano un poco de paja existente en la parte superior, pues se veía bastante abultada.

- Luego con la lampa, pensó Don Pedro, apartaré la gran cantidad de tierra que estos martagones han dejado aquí.

Empezó a sacar la paja. Lo hacía con furia. De pronto se topó con algo frió.

Sin embargo, notó que lo tocado era blando, por lo tanto, no podía ser una piedra. ¿Qué seria lo que he tocado?...

Recorrió sus manos por el bulto y le pareció que todo era igual. Hasta le dio la impresión que tocaba el cuerpo de una persona; pero... eso no podía ser... ¿o sí?...

Surgió en el la intriga, lo cual hizo que encendiera un palito de fósforo. ¡ La macabra escena lo dejo paralizado de terror!... ¡Lo que tocó con anterioridad, y que ahora veía claramente, era una persona!... ¡Y estaba muerta! ¡Qué horrible aspecto presentaba! ¡ Eso resultaba ser aterrador! ¡ Sus ojos desorbitados y todo el cuerpo, partiendo del rostro, inflado!.

Le parecía increíble. Fue tanta la impresión recibida que su corazón no aguanto más, cayendo pesadamente junto al muerto. Don Pedro no se levanto más.

Al llegar el nuevo día, los regantes fueron a la toma para repartirse equitativamente el agua, quedando sorprendidos al ver que Don Pedro, el hombre que quería acapararlo siempre todo, estaba inerte al lado de otra persona. En un primer momento pensaron que al fin había encontrado a uno que le hiciera frente, protestando contra sus abusos.

- Segurito que se pelearon y se dieron un mal golpe, muriendo los dos...

Este fue el comentario inicial, pero al ver al otro difunto se dieron cuenta que se trataba de Don Julio, el mismo personaje a quien habían dejado caer en una enorme acequia el día anterior cuando lo llevaban a enterrar. Resultaba, pues, imposible que hubiese peleado con Don Pedro hasta darle muerte... aunque pudo haber sido, porque este fue un campesino que también sufrió en vida los abusos del ambicioso Pedro, por lo que creyeron, había vuelto del más allá para vengarse.

- Cuando Julio pedía que lo dejen salir era para vengarse de Pedro.

Así pensaban, pero la venganza no se efectuó precisamente como ellos creían; es decir, que volvió del mas allá para pelearse con Don Pedro dándole muerte, sino en la forma como queda descrita.

De esta manera Don Pedro busco su propia muerte al tratar de acaparar todo el agua, demostrando que la ambición desmedida y el egoísmo a nada bueno conducen.
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